domingo, 10 de mayo de 2009

Arrepentimiento Post-orgásmico

Andrés solo podía ver la rubia cabellera de Carlos. Cerró lo ojos e intentó imaginar que era una chica pero no lo consiguió. Dos veces estuvo a punto de detenerlo, pero Carlos, que parecía predecir los momentos de duda, se adelantaba con sabios movimientos de lengua a los que Andrés acababa rindiéndose una vez más.
No debieron ser más de cinco minutos. Andrés soltó un grito ahogado y Carlos salió sonriente de entre sus piernas hacia el baño.
Andrés escuchó los ruidos propios de quien utiliza un enjuague bucal y aprovechó para vestirse apresuradamente.
Cuando Carlos salió del baño, envuelto en una toalla del hotel, echó un vistazo a la jugosa propina que le habían dejado sobre la cama y comprendió que su cliente estaba en una fase de las que los otros chaperos solían llamar “arrepentimiento post-orgásmico”.
-¿Te vas? Pero si acabamos de empezar cariño.
-Es que mañana tengo una reunión importante...
Carlos se acercó con movimientos felinos, dejando caer la toalla con poco disimulo. Andrés que no sabía si estaba nervioso o excitado se aflojó un poco la corbata para respirar mejor. El rubio, que no debía tener mas de diecinueve años, interpretó aquello como un intento de desvestirse y despojó a su cliente de treinta y pocos de la ropa con una velocidad y una delicadeza sorprendentes.
La sesión de sexo duró hasta las cinco de la mañana más o menos, cuando Carlos cayó exhausto y al parecer un poco enamorado.
Andrés ya no sufría de “arrepentimiento post-orgásmico” y fumaba con tranquilidad mientras admiraba el cuerpo desnudo de su compañero. Sin poder evitar sonreír, recordó que Carlos le había dicho, cuando lo conoció en el bar, que debería afeitarse. “Te verás mas guapo sin barba” fueron sus palabras exactas. Acabó el pitillo, se levantó de la cama y sacó de su maleta una filosa navaja de barbero.
Una hora después, un rasurado y renovado Andrés salía del hotel con una sonrisa indescriptible en el rostro. Al pasar por recepción pidió que no molestaran bajo ningún concepto al chico que se había quedado descansando. El recepcionista, con mirada cómplice le dijo que podía estar tranquilo y agradeció el billete de cincuenta que el elegante cliente le había deslizado en el bolsillo.
Ya en la calle, Andrés sacó el móvil y llamó a su madre.
-¿Mamá? Tengo que contarte algo.... Creo que soy gay... ¿Cómo que lo suponías?.. Vale si, hablamos en la cena. Te quiero mamá.
A pesar de hallarse en una calle concurrida Andrés empezó a reír a carcajadas. La gente tomándolo por loco se alejaba de él, pero no le importaba.
Seguía riendo pensando en lo que diría la policía al descubrir el extraño cambio en el modus operandi del “asesino de prostitutas”.
Apretó contra su pecho, en un extraño acto de amor, la maleta de mano en la que llevaba la navaja ensangrentada y el pene de Carlos.

2 comentarios:

  1. Está bueno el cuento pero soy el primero que comenta....¡me siento nervioso!

    Mentiras... voy a leer más...

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  2. Gracias por comentar. En estos días los estudios no me han dejado acercarme al blog.
    Pero intento compaginar cosillas.

    Gracias mil.

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