sábado, 9 de mayo de 2009

Clases de vuelo

Juan Salvador Gaviota se aburrió de vivir en el paraíso de las gaviotas.
Estaba harto de realizar los mismos estúpidos ejercicios en busca de la misma estúpida perfección.
Estaba harto de la misma playa con los mismos dos soles, la misma arena y el mismo cielo de aquel extraño color al que nunca pudo averiguarle el nombre.
Pero lo peor de todo era que en el paraíso de las gaviotas él ya no era aquel viejo mesías, era una gaviota más en busca de lo mismo.
Ya no había a quién decirle "inténtalo"... porque todos lo estaban intentando. Nadie a quién decirle "esfuérzate" porque todos se estaban esforzando. Nadie a quién decirle...

Juan Salvador siguió caminado con el pico bajo hasta llegar al borde mismo del paraíso de las gaviotas. Miró hacia abajo y observó lo que los distintos animales que poblaban la tierra estaban haciendo en esos momentos. Y una idea genial surgió en su cabeza de pájaro.

Cerró los ojos y se transportó a la velocidad del pensamiento. Cuando volvió a abrirlos, estaba frente a Chiang... la más vieja y sabia de todas las gaviotas.
- ¡Maestro! -dijo Juan Salvador emocionado.
- ¿Qué ocurre, Juan?
- Maestro, he descubierto unos animales sumamente interesantes, sumamente inteligentes.
- ¿Y qué quieres, Juan?
- Quiero que me des tu bendición para bajar, unirme a ellos y enseñarles a volar.

Chiang se frotó el pico pensativo y le dijo:
- Muéstrame esos animales tan interesantes, Juan.

Cerraron ambos los ojos y a la velocidad del pensamiento se transportaron al borde del paraíso de las gaviotas. Juan Salvador Gaviota le mostró entonces a Chiang un grupo de seres humanos:
- ¿Son esos, Juan, los animales de los que me hablabas?
- Sí, maestro, esos son.
- Mira, Juan, los humanos son como dices, animales sumamente interesantes e inteligentes, pero nadie, ni siquiera tú, podría enseñarles a volar...

Juan Salvador Gaviota insistió, insistió e insistió con tantas ganas, que más por desesperación que por convencimiento, Chiang le dijo:

- Está bien, Juan, tienes mi bendición. Baja y únete a los humanos... Después de todo, si alguien puede llegar a enseñarles a volar, ese sin duda eres tú...

Juan Salvador Gaviota cerró una vez más los ojos y desapareció tras un extraordinario destello que iluminó toda la playa. Fue lo último que se supo de él....

Muchísimo tiempo después, un día cualquiera, en esa misma playa, surcó los aires una blanca y resplandeciente ave que llevaba en su pico una ramita. Al verla todas las gaviotas gritaron sorprendidas:
- ¡Maestro! ¡La paloma de la paz!

Chiang les dijo que no podía ser la paloma de la paz, porque la paloma de la paz había muerto hacía años en un tiroteo. No recordaba ahora si había sido en Oriente Medio, en Colombia o en una calle neoyorquina. El caso es que ese pajarraco llevaba tiempo muerto.
Aquella resplandeciente ave de rama en pico se posó en la playa. Y todos pudieron ver que no era la difunta paloma de la paz. Era Juan Salvador Gaviota que volvía, mas hermoso que nunca... y llevando en su pico unas hojas de marihuana.
Juan Salvador se acercó a Chiang, la más vieja y sabia de todas las gaviotas, dejó a sus pies "la maría" y le dijo:
- Maestro, estábamos totalmente equivocados, de todos los animales, los hombres... ¡son los que mejor vuelan!

2 comentarios:

  1. ¡Qué sarcasmo! Jajajajaja. Muy interesante y bien narrado.

    Un saludo.

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  2. Gracias Alejandro. Un placer que visites mu humilde trocito de cyberespacio.

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